B E A G I O V A N E L L I
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M A R C A S  D E L   P A I S A J E

Como seres humanos, entendemos el paisaje como nuestro territorio, apropiándonos mentalmente de él para entender nuestra propia existencia.  Pero también desbordamos los límites físicos  de nuestra propia casa o terreno, para sentirnos parte de un conjunto más amplio, como lo es el lugar, la cuidad o el país al que nos sentimos que pertenecemos.

“Ocupamos y ordenamos” nuestro territorio, pero no como lo hacia el hombre primitivo, que no sentía la necesidad de intervenir el bosque, porque éste era su fuente de alimentación y el territorio le  pertenecía tanto a él, como a los otros seres vivos.  
El hombre de hoy, llamado el humano civilizado, lo degrada y lo destruye en  nombre de la propiedad privada.

La civilización avanzó desertizando el mundo en nombre de las necesidades humanas y a la vez que deforestaba el suelo, se alienaba como un sujeto de consumo (1)
​
Testigos de esa intervención, a veces mas, otras menos amable,  doy cuenta de las marcas que han quedado en este  paisaje-territorio, que poco a poco la naturaleza ha ido sabiamente mimetizando. Inmersa y parte, lo capturo como documento de su presencia. Ahí está, estuvo y quizás ya pronto no estará,  Es que el mundo vertiginoso de la propiedad privada arrasa, sin contemplar ese paisaje-bosque que nos contiene y sostiene y que  ha sido nuestro entorno milenario.
 
(1)J.-J Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. (Tecnos, Madrid,1989)


Bea Giovanelli + 2013  
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