DICIEMBRE
Cuando llegue por tierra, luego de cruzar el desierto de Atacama por largas e interminables horas, se fueron agolpando las imágenes
de una vida urbana, extrañamente cotidiana, que en nada se parecía a lo que había quedado en la retina de mis últimas miradas por tierra llanas hasta el cansancio.
El aislamiento impuesto por la naturaleza, deja de manifestarse y las calles fluyen de personas tan reales como las de mi cuidad.
Recorro con mi mirada, mientras el auto avanza. No puedo dejar de maravillarme con el contraste del color café rojizo de la tierra,
el azul intenso del mar azul y el celeste del cielo limpio que no traerá nunca nubes de lluvia.
El largo camino costero es el corazón del movimiento, porque es más fácil darse vuelta hacia el mar, que hacía los cerros secos que por momentos aplastan.
Vienen a mi mente instantes de otros siglos, donde los habitantes estarían obligados a emprender difíciles viajes para salir de ese singular oasis o quedarse en él para siempre.
Anclados en la orilla, la cotidianidad de diciembre, se vive.
Bea Giovanelli + 2017
Cuando llegue por tierra, luego de cruzar el desierto de Atacama por largas e interminables horas, se fueron agolpando las imágenes
de una vida urbana, extrañamente cotidiana, que en nada se parecía a lo que había quedado en la retina de mis últimas miradas por tierra llanas hasta el cansancio.
El aislamiento impuesto por la naturaleza, deja de manifestarse y las calles fluyen de personas tan reales como las de mi cuidad.
Recorro con mi mirada, mientras el auto avanza. No puedo dejar de maravillarme con el contraste del color café rojizo de la tierra,
el azul intenso del mar azul y el celeste del cielo limpio que no traerá nunca nubes de lluvia.
El largo camino costero es el corazón del movimiento, porque es más fácil darse vuelta hacia el mar, que hacía los cerros secos que por momentos aplastan.
Vienen a mi mente instantes de otros siglos, donde los habitantes estarían obligados a emprender difíciles viajes para salir de ese singular oasis o quedarse en él para siempre.
Anclados en la orilla, la cotidianidad de diciembre, se vive.
Bea Giovanelli + 2017